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Yauco: mala administración y populismo


Busto de Francisco Mejías.

Dos días antes de la llegada de María a nuestras vidas, en medio de los preparativos de última hora, me encontré con una querida amiga en la calle Baldorioty del pueblo de Yauco. Hablamos de todo un poco, del huracán, de la familia, y del tema que nos apasiona a ambos, la cultura. Me preguntó con un tono misterioso: ¿Quieres saber dónde está la cultura de Yauco? Cuando asentí caminamos unos pasos calle abajo y me mostró a traves de una ventana de cristal, dónde estaba la cultura de Yauco. La puerta de la oficina estaba abierta, entramos, comprobé lo que mis ojos incrédulos vieron, lo fotografié para tener evidencia de aquel horror, y luego salimos de prisa pues una empleada nos advirtió que esa oficina municipal no estaba abierta al público. ¿Qué vi en una esquina, colocado como un tiesto, sin protección alguna y sin el cuidado que requiere un objeto valioso? Era el hermoso busto en mármol de Francisco Mejías. Allí estaba la cultura de Yauco, arrinconada, desvalorizada, olvidada.

El busto de Francisco Mejías es uno de los objetos más interesantes, valiosos y únicos de la historia de Puerto Rico. Obra de un escultor francés, presenta de manera heroica y realista, la efigie de un joven estudiante de medicina llamado Francisco Mejías. Esta persona murió contagiada por la viruela durante una terrible epidemia ocurrida en París y en la que él, como estudiante de medicina, ofreció sus servicios voluntarios. Su sacrificio no fue olvidado y sus padres, amorosos, cuando fueron a buscar el cadáver a Francia, encargaron el busto y lo colocaron sobre su tumba en el cementerio antiguo de Yauco. Esto ocurrió a fines del siglo XIX. En la década de 1980, la directora del ICP Doña Leticia del Rosario, rescató el busto y lo conservó. Años después, ante la insistencia de los yaucanos, el busto regresó a su pueblo. Hoy, la escultura es una prueba dolorosamente real del abandono cultural en que se sume nuestra una vez brillante ciudad del café.

Escribo estas líneas por el recuerdo aun perturbador de aquella imagen y por la fuerte indignación que me causa el reciente informe de la Contralora de Puerto Rico (con fecha 11 de diciembre de 2017) en la que se da cuenta del compromiso de gasto por $555,500 en que incurrió el exalcalde Abel Nazario para la compra de 19 esculturas de bronce y 4 esculturas en Stainless Steel. Mientras una obra excepcional como el busto de Mejías es tratada como basura, este funcionario compraba esculturas de dudosa calidad artística y ningún valor histórico. En su respuesta al informe el hoy senador Nazario alega y cito, “Las esculturas se encuentran en las principales ciudades del mundo y recuerdan y homenajean obras e ideales de un pueblo. Nos permiten reconocer detalles de la ciudad en que vivimos, creo que desvalorar el aspecto cultural de un pueblo no es lo correcto”. Cuán equivocado está el hoy senador Nazario en la interpretación que hace de lo que es cultura. Ciertamente los pueblos atesoran los objetos que son creados para realzar su historia y su legado artístico. ¿Pero, qué relación tienen las esculturas que adquirió el municipio con nuestra cultura? Ninguna, pues son éstas objetos de catálogo, que se reproducen de acuerdo al gusto del cliente. Veamos el desglose de lo adquirido por el alcalde: un caballo de 17 pies de alto, un cerdo con sus crías, un águila, unos niños en un pozo, una mujer con dos papagayos, y así sigue la lista de cosas inconsecuentes. No son el producto de un proceso creativo. ¿Quiénes son los escultores, los artistas? Nadie, pues los que crearon esas esculturas son empleados de una fundición que fabrica objetos a partir de moldes. Eso no es cultura.

Mientras el exalcalde se entretenía seleccionando de un catálogo esculturas carísimas para proyectos que no se han construido como el Parque de Soccer, la joya de la corona del patrimonio cultural de Yauco era abandonado al punto que su deterioro, después de 16 años de gobierno de Nazario, es alarmante y causa dolor. Puertas y ventanas destruidas, baños inservibles, el jardín abandonado, y lo peor, el techo con filtraciones que han provocado la irreparable pérdida de parte de las pinturas murales de la casa. Si solo se hubiera usado parte de los $555,500 que Nazario comprometió para comprar las 19 esculturas, repito, si solo se hubiera usado parte de ese dinero en la Casa Franceschi, sería algo que señalar de positivo en la gestión cultural de ese funcionario. Ah, seguramente se argumentará que se invirtió mucho dinero en la «restauración» de las pinturas murales. Otro ejemplo de lo equivocadas que son las ideas del senador. Personas sin preparación académica ni experiencia en restauración de murales han intervenido en la Casa Franceschi bajo los auspicios del municipio. Lamento decir que han hecho más daño que bien, a pesar de su buena voluntad. Zapatero, a tu zapato. Si no eres un restaurador profesional, no puedes hacer una buena restauración. Así de simple.

Detalle del techo del Baño de la Casa Franceschi, antes y después de su parcial destrucción por efectos de la filtración del agua.

El senador Nazario alega en su respuesta a la contralora que el municipio compró las esculturas para «realzar» proyectos culturales como el Museo Histórico y el Parque Urbano. De nuevo, la demagogia intenta poner una nube de razonabilidad donde solo hay mala administración. Lo que el Museo Histórico Cecilia Franceschini de Catalá necesita no son esculturas sino una colección. El museo es un espacio vacío, donde no se exhibe nada. En 1976 Doña Cecilia creó un museo histórico en la antigua Carnicería anexa al Ayuntamiento, con numerosas piezas que las familias de Yauco le prestaron o le regalaron, en atención a la fama de seriedad y responsabilidad de esa extraordinaria mujer yaucana. Pero, tristemente, el museo que lleva su nombre no es ni sombra de aquel museo. Si parte del dinero que usó el senador Nazario para las esculturas se hubiera usado para adquirir una colección, estaríamos entonces hablando de cultura. O si, además de adquirir una colección, se hubiera usado para desarrollar y ejecutar un plan de museografía y conservación para el Museo Histórico, estaría justificado el gasto.

Durante la incumbencia como alcalde del senador Nazario, se adquirió la casa natal de Amaury Veray, la cual es administrada por el Municipio. Pero ni en el Museo Histórico ni en esta casa hay un plan museográfico. Peor aún, el conocimiento que tienen los guías sobre estas propiedades es elemental y escaso. Mucho hacen con la falta de preparación con que les encomiendan esas tareas. Sobre la Casa Veray debo alertar que la desidia y negligencia del municipio puede propiciar una catástrofe irreversible. ¿A quién se le ocurre cerrar la parte baja de una antigua casa de madera para convertir ese espacio en un almacén? ¿Nadie en el municipio se percata del peligro de fuego que eso significa?

El problema de mala administración que se señala en el informe de la contralora prontamente se contrarresta por algunos con la «obra» del funcionario y su «servicio al pueblo». En la mayoría de los casos el llamado servicio al pueblo son bien planificados actos populistas que recaban el apoyo incondicional de los votantes. Porque solo eso somos en la contabilidad política: votos. Por ello, se ignoran las pocas voces conscientes que señalan la imprudencia de gastos como los viajes estudiantiles. Por más de una década el senador Nazario llevó a estudiantes graduandos de escuela superior con alto promedio, a diferentes partes del mundo. Ese fue uno de sus proyectos emblemáticos. Si bien es meritorio que un joven puertorriqueño conozca otros países, ¿por qué no circunscribirnos a nuestra región inmediata, al Caribe? Habida cuenta que la crisis económica de Puerto Rico lleva más de una década, ¿se justificaba en algún momento costosos viajes a Bali o Dubai? O simplemente, ¿se justificaban 40 viajes en 16 años? Los incondicionales aducirán que los estudiantes son «embajadores de Puerto Rico» y que con ello se da a conocer a nuestro país en esos sitios. ¿De cuándo acá en el presupuesto de un municipio pobre como Yauco debe haber un gasto de embajadores en Bali y Dubai? ¿Acaso no es cierto que es mucho más probable que los ciudadanos de Dubai y de Bali conozcan sobre Puerto Rico a través de medios más eficaces como la canción Despacito? Para añadir injuria al despilfarro, se construyó un «monumento a la excelencia académica» en la carretera 128, cerca del Yauco Shopping Center. Cuarenta maletas de cemento y un globo terráqueo nos recuerdan el programa de viajes estudiantiles del exalcalde. Los nombres de los destinos por año están inscritos en las maletas, incluyendo una donde se escribió «Europa Baroca», sí, como lo lee, baroca con una sola ere. Qué gran monumento a la excelencia.

Lo más grave de las actuaciones y respuestas del senador Nazario a las imputaciones de la contralora es que alimentan de forma grotesca la noción de que la cultura, el arte y la educación son un gasto. Para los que intentamos convencer a las autoridades gubernamentales que la cultura no es un gasto sino una inversión, se nos hace cada vez más difícil convencerles porque, entre otros factores, actuaciones como la de Nazario obstruyen ese cometido al desvirtuar lo que es cultura. Es decir, resulta cuesta arriba conseguir fondos para la cultura cuando personajes como el senador muestran un total desprecio hacia el uso concienzudo del dinero so color de que son gastos para la cultura. Y cuando se habla de recortar un presupuesto lo primero que viene a la mente de los señores y señoras del Capitolio (de ambos Capitolios) es la cultura, sin considerar que es esta precisamente uno de los caballos de pelea de la modernidad.

Hoy en día se conoce como “soft power” a la capacidad que tiene una sociedad de influenciar a otras mediante mecanismos culturales como el arte, la educación y la cultura en general. Sociedades con recursos materiales enormes como Qatar y los Emiratos han implementado agresivos programas culturales que complementan su fuerza económica, convencidos de la importancia esencial de establecer un nombre que sea sinónimo de calidad y creatividad. Sin cultura no hay ni lo uno ni lo otro. Esto no es nada nuevo, ya lo conocían y lo aplicaron exitosamente los banqueros Medici en la Florencia renacentista.

La cultura, hay que repetirlo hasta la saciedad, no es un estorbo para el desarrollo económico. En buenas manos, con buenos administradores y gente seria y responsable, la cultura es parte esencial de la economía. Restaurar la antigua Clínica Amparo de Yauco para establecer un centro de diseño industrial o una incubadora de negocios digitales, es solo una de muchas ideas que podemos enumerar. Y si tocamos el asunto del turismo, ahí los argumentos son más fuertes a favor del uso de los recursos culturales en su dimensión económica. Estoy seguro que hay gente local y del extranjero que una vez conozcan el valor de la Casa Franceschi, por ejemplo, vendrían a Yauco y pagarían por entrar a ella. Igual de firme es mi convencimiento que la gente vendría a Yauco y pagaría por ver y conocer la historia del busto de Mejías, junto a toda la rica historia de nuestro pueblo. Pero también debo decir para que se me entienda bien, que estoy seguro que nadie en su sano juicio vendría a Yauco a ver las 19 esculturas de Nazario que en nada o poco tienen de originalidad o de cultura. Y mucho menos pagar por verlas.

Como en todo lo realmente importante, en este asunto se requiere voluntad. Y en esto no me refiero a los políticos que buscan la franquicia electoral de la forma más fácil posible, sino sobre todo, me refiero a los electores, esos cuyos votos muchas veces regalan al menor postor, al que les hable dulce a los oídos, al que beneficie temporalmente a familiares y amigos.

Un viejo refrán español señala que los pueblos tienen el gobierno que merecen. Si queremos mejorar, tenemos que ser más rigurosos con los candidatos que elijamos para gobernarnos. Y una vez en el poder, tenemos que acostumbrarnos a fiscalizarlos exigiendo transparencia en las cuentas del municipio, participación comunitaria en decisiones mayores como las del presupuesto, rendición constante de informes y explicaciones fidedignas y constatables por entes neutrales, y llegado ese extremo, encausamiento judicial por mala administración. En los primeros tiempos de la colonización, los funcionarios gubernamentales estaban sujetos a un juicio llamado residencia al final de su mandato. Quizá sea tiempo de revivir ese mecanismo de fiscalización. Quien tenga a bien consultar las experiencias exitosas de otros países y otras jurisdicciones, encontrará que la cero tolerancia hacia la incompetencia y el desgobierno son la clave para conseguir la prosperidad. El populismo, la tolerancia a la mediocridad y la mala administración nos seguirá hundiendo en la pobreza y en la muerte de nuestra alma colectiva.

© Jerry Torres-Santiago 2017. Derechos reservados.

Prohibida la reproducción parcial o total de este escrito y sus fotos sin la autorización escrita del autor.


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