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Lo que descubrió María



La acción inesperada de fenómenos atmosféricos devastadores como el huracán María ha descubierto las realidades ocultas de nuestro país. Lo que por mucho tiempo estuvo tapado bajo un manto de indiferencia e ignorancia consciente, salio a la luz una vez los vientos huracanados pasaron sobre la isla. La desnudez de ese Puerto Rico ignorado, tapaíto bajo la alfombra de las ilusiones positivistas, nos sorprendio a todos y a la mayoría, nos dio una bofetada. Vivíamos en babia, o como se dice ahora, en LaLaLand, creyéndonos cual si fuéramos unos niños los cuentos que nos hacían los políticos para comprarnos el voto. Y nosotros queríamos creerles, nos inflábamos de vanidad cuando nos comparaban con el primer mundo, cuando nos decían que tal o cual edificio era de «orden mundial», que nuestro progreso era envidiado por muchos, y que estábamos destinados a la felicidad perpetua.

La fuerza de la naturaleza, la gran niveladora, nos sacudió en la estupidez de nuestras ilusiones. El caso de Yauco es un buen ejemplo de pésimas decisiones y de ese agarre irracional a las imprudencias y mentiras de la política. Y cuando no fueron los políticos, fuimos nosotros mismos quienes nos engañamos con la falsa pretensión de dominar la naturaleza con la tecnología. La fe en la capacidad humana de doblegar las limitaciones que nos impone la naturaleza ha estado en el planeta desde la aparición del Homo Sapiens. Dicha fe es la fuerza detrás de todos los avances tecnológicos desde el arado hasta el satélite. Pero la prudencia y las propias limitaciones minimizaban la osadía y permitían el desarrollo gradual sin aumentar los peligros inherentes a cualquier traspaso.

Cuando a mediados del siglo XVIII los pobladores del valle del río Yauco decidieron fundar un pueblo donde recibir el «pasto espiritual», localizaron el centro urbano en la parte superior de la planicie inundable del río, en el costado de una colina, el Cerro. Dicha ubicación les libraría de eventuales inundaciones al tiempo que les proveería piedra para las construcciones permanentes y una atalaya natural para protegerse contra los enemigos que invadieran el territorio atravesando el valle fluvial.

El río Yauco nace en la Cordillera Central y se nutre de las escorrentías que naturalmente surgen en dicha zona por lo que es común que aunque no llueva en el valle, el rio baje «crecido» por las lluvias en las montañas. La historia geológica del río es similar a otros ríos de gran caudal. Después de cruzar las montañas y montes encajonado entre paredes naturales, el río encuentra el valle justo después de pasar la colina donde se asentó el pueblo de Yauco. Por miles de años el río atravesó el valle por su centro. Pero la acumulación natural de sedimentos ocasionó que dicho cauce se cerrara con una barrera y el río crease un nuevo cauce en forma de meandro con un pronunciado giro hacia el oeste. En las crecidas extraordinarias del río, tanto el cauce original como este segundo cauce servían para disipar y esparcir la fuerza de las aguas torrenciales. Ambos cauces o brazos se unían aguas abajo.

El valle era el lugar idóneo para los cultivos agrícolas sobre todo el de la caña de azúcar, y con dicho cultivo llegaron los edificios donde se procesaba la caña y los que servían de domicilio a los que la cultivaban. Necesariamente, los edificios de las haciendas azucareras se tuvieron que construir en terrenos inundables. Pero la prudencia de aquellos habitantes les llevó hacia los lugares más altos dentro del valle y a construir las casas sobre postes, elevadas del suelo. De esta forma, durante las grandes inundaciones, el costo en vidas y propiedades se minimizaba con esas decisiones prudenciales.

Entonces, llegó el afán del progreso ilimitado y la idea simplista de que la tecnología puede resolverlo todo de manera exitosa. En la década de los 1950, afin con el proyecto modernizante del gobierno de turno, las aguas del río Yauco se represaron en la montaña con la creación del lago Vegas. Esta represa era parte del proyecto de infraestructura mas grande e importante de aquel tiempo, conocido como el Proyecto del Suroeste, que incluía cinco represas, túneles y canales. No solamente se logró el riego del fértil pero seco Valle de Lajas, sino también se posibilitó la provisión de agua potable y de energía hidroeléctrica para todos los municipios de la zona. El sentido de orgullo por semejante proeza técnica y la confianza en la tecnología estaban bien fundamentados.

La construcción de la represa en el barrio Vegas, además de anegar la mitad de dicho barrio, significó que el cauce del río Yauco estaría seco la mayor parte del año. El cauce seco y la deificación del progreso material propició que se le diera la espalda literalmente al río, y que se considerase poco más que una alcantarilla. Así, en la década de 1960, justo frente al meandro del río antes mencionado, entre los dos brazos, se autorizó la construcción de la segunda «urbanización» de Yauco, llamada Luchetti como la hacienda en cuyos terrenos se enclavó. Sin embargo, diferente a la casa grande de la hacienda, las casas no se construyeron sobre postes, elevadas, sino que eran cajas de hormigón armado pegadas al suelo. Para muchos yaucanos de la época, esas casas representaban el progreso que desde San Juan venía pintándose con grandes brochazos positivistas e interesados por personajes como William J. Levitt y Jesús T. Pinero.

En 1975 una tormenta conocida como Eloísa azotó la isla. Aunque sus vientos no ocasionaron daños mayores, sí trajo mucha lluvia, particularmente a la zona suroeste. Despertado por la tormenta, el río Yauco creció, desbordó su cauce y se vertió por el brazo original que había sido parcialmente tapado y olvidado. Ese año se terminó el tramo de Ponce a Yauco de la Autopista #2 con la construcción de un puente sobre el río. El puente era bajo, por lo que se convirtió prontamente en una valla con los árboles y escombros que traía el río. La combinación de estos factores causaron la inundación de la urbanización Luchetti y los terrenos aledaños. Se cuenta que algunos de los residentes buscaron refugio en la antigua casona de la hacienda y otros fueron rescatados por los residentes del casco antiguo. Los pobres, se comentó, salvaron a los ricos.

Después del evento catastrófico, se esparció la teoría que la causa de que el río se «metiese» en la urbanización Luchetti fue el mal diseño del puente de la Autopista. Acto seguido, se destruyó el puente y se construyó otro mas alto, al que se accede por un terraplén construido sobre el valle inundable. Contrario a toda lógica y prudencia, la urbanización se repobló. Las propiedades pasaron de manos con el discurrir del tiempo y la experiencia terrible de Eloísa se olvidó o, más probablemente, se minimizó al punto de pensar que era irrepetible y que el nuevo diseño del puente evitaría cualquier problema en el futuro. Y miramos para otro lado y confundimos la gimnasia con la magnesia, al extremo que hoy día muchos conocen este río como Luchetti, significando así la inversión de los valores colectivos.

Confundidos por el supuesto progreso y convencidos de nuestra inmunidad a la naturaleza, ocurrió lo inesperado. El huracan María, con la devastadora fuerza de sus vientos y sus lluvias, descubrió una vez más lo que el terco ser humano quiso negar. El problema no era el puente, el problema era la urbanización. Claro, resultaba más conveniente para los propietarios, para el gobierno, para los bancos, alegar que el problema era el puente. Hoy, se vuelve a actuar con la misma ceguera. Se dice que la urbanización se inundó porque un agricultor construyó un muro y un canal de riego ilegalmente en terrenos cercanos. Aunque esto pueda ser un factor que empeorara la inundación, la causa del problema es la urbanización.

¿Qué haremos ahora, después que la propia naturaleza, por segunda ocasión nos ha alertado sobre nuestra imprudencia? ¿Se permitirá que los residentes regresen a sus casas? ¿Incurrirá el gobierno en gastos mayores para crear alguna costosa obra de protección de las casas construidas en un sitio inundable? ¿Y si construyéramos esas obras, realmente pensamos que en otro evento catastrófico, evitarán una inundación? Nada mas hay que recordar la facilidad con la que las fuerzas de la corriente del río Yauco destruyeron los muros del Parque Ovidio Millino Rodríguez y socavaron el terreno, provocando un enorme hueco de más de ocho pies de profundo.

La solución al desmadre ocasionado por el huracán no es gastar innecesariamente en estrategias que no resolverán el problema. La solución es aceptar lo obvio: no podemos construir en los valles inundables. La urbanización Luchetti no puede ser repoblada, sus habitantes deben ser reubicados, y los terrenos, deben dedicarse a usos recreativos o agrícolas. Así de sencilla, así de dura es la realidad descubierta por María. Negarnos a aceptar esto, es seguir mirando para el cielo, es continuar pegándonos contra la pared de los hechos, es persistir en arar en la arena. No podemos construir un futuro para nuestro Puerto Rico si nos seguimos mintiendo.



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